Hay olores que te transportan. Es instantáneo. ¡Como si existiera la máquina del tiempo! Basta respirar para que a esa partícula le falte tiempo para llegar al cerebro y moverte de espacio, de tiempo, de estado de ánimo. No es que los aromas traigan recuerdos, es que te traen a ti al recuerdo. A aquella sopa con romero de la abuela una tarde lluviosa de otoño, a jugar al escondite entre la ropa tendida, a aquel verano entre naranjos en Andalucía, a la piedra cálida de la masía al volver a casa después de unos días. A aquel chocolate que os tomasteis después de su primer día de escuela, al pino quemando durante los inviernos a la chimenea, a los paseos por el bosque buscando caracoles, a la última inspiración antes del “sí, quiero”.
Diez mil. Diez mil olores somos capaces de distinguir las personas. ¿Podéis imaginar la de vivencias que caben en diez mil aromas? Quisiera nombrar mi favorita y ¡me salen tantas a la vez! Tierra mojada, fresas con canela, hierba acabada de cortar, sopa de calabaza, lavanda bañada de sol, cabecita de bebé, agua de mar secada en la piel. Incluso podemos oler cosas que no pueden olerse: frío de invierno, día primaveral; a veces se huele amor, a veces de huele tensión, a veces se huele la paz.
¡Y si sólo se olieran! Que los aromas también saben. Saben de gusto, pero también saben de saber. De saber usarlos. Pienso ahora en estos saberes ancestrales, en los huertos con hierbas aromáticas para sanar y cocinar. ¿Cuánto hemos perdido de todo esto? ¿Cuánto podemos aún salvar? Y no, en esta casa no sabemos estarnos quietos: nos entra una idea en la cabeza y no paramos hasta que ya es una realidad – de hecho, seguimos sin parar, porque siempre habrá algo más que podamos hacer con ello. Y bien, esto es lo que nos ha pasado con los aromas…que huelen, que saben, que te entran en la cabeza y empiezas a hervir los pensamientos… y sí, ¡ya tenemos nuestro huerto de hierbas aromáticas! con (preparaos): mil plantas plantadas a pico y pala. ¡Ha sido una muy buena manera de empezar la semana!
Ya sabéis que nuestro vínculo con la tradición culinaria viene de años, de siglos. Y la idea de poder acceder directamente al romero, a la albahaca, a la menta, nos es fantástica. Disponer y deleitarnos de su gusto, de sus propiedades, de su aroma. Poder mostrarlas, darlas a conocer a los cientos y miles de niños y niñas que vienen cada año a convivir, a disfrutar, a aprender, a llenarse de vivencias y recuerdos, y olores. Porque los olores transportan, y será un honor que les hagan regresar ni que sea un instante a Can Ribas.