Sea donde sea, pasa cuando suena la canción. Puede ser un bar o en el trabajo, en casa unos amigos, por la calle; cualquier lugar. Haciendo lo que sea que hago, sea sencillo o complicado. Suena la canción, aunque sólo sean las primeras notas. Y pasa.
Pasa que vuelvo a estar allí, envuelta de cipréses. Con la emoción brillando en el pecho y los ojos. Tomo su mano, nos miramos. Se huele lavanda y día soleado, se huele ternura. Nos miran. Sonrisas amigas, lágrimas cómplices de alegría. Lucecitas. Aquella brisa cálida del otoño que no se rinde todavía al frío. Mi madre siempre dice que aquel día fue una explosión de amor.
Acaba la canción y vuelvo. En el bar, en el trabajo, en casa los amigos, en la calle. Vuelvo, pero más cálida. Porque he vuelto allí, y sigo oliendo la lavanda.