La llegada a Can Ribas

Abres los ojos y ya ha llegado. Después de tanto tiempo viendo aquel día señalado con estrellas en el calendario, que al principio parecía tan lejano. ¿Cuánto tardaría en llegar? Y de repente ya no hay nada más que hacer: porque la lista de asistentes está cerrada; los complementos del vestido, escogidos uno a uno y probados cien veces, descansan sobre la cama; el padrino controla el ramo, a juego con su corbata; los recuerdos, que pudisteis terminar la semana pasada, están a buen recaudo en casa. El primo de Londres llegó bien, los abuelos pueden traer en coche a Raquel, los pequeños ya han ensayado la entrega de los anillos –aunque sospechas que tu hermana les ha metido en la cabeza de hacerlo con un pequeño baile de sorpresa…en fin, que sea lo que tenga que ser-, la fotógrafa llegará a las diez.  Todo atado. Y ya ha llegado.

Que sí, que sí…que es hoy. Es hoy.

Y aunque no hay nada más por lo que preocuparse, tu cabeza sigue repasándolo todo. Saldrá bien, ¿verdad? La gente estará cómoda y feliz, ¿verdad? ¿Cómo reaccionará cuando lo vea? El lugar les encantará…

El lugar. Sí, ya llegas. Ya lo ves. Aquella entrada, los árboles, la torre.  Alguien te espera y te sonríe. Bajas del coche. Respiras hondo…¡cuánta paz! Todo bajo control, ellos ya se encargan. Después de todo, ya ha llegado. Sonríes porque confías, sonríes porque eres feliz, sonríes porque, ahora sí, ha llegado el momento de dejarse ir.

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