El día de una boda, todas las miradas se centran en la persona vestida de blanco. No intentemos negarlo: ella es el tema del día. Y tiene que hacerlo, de hecho.
Pero, por una vez, pasaremos de los blancos a los vestidos de negro.
Las personas vestidas de negro son las que te dan la bienvenida a casa cuando das el primer paso (y te enamoras por primera vez) de esta piedra. Son los que deben saber que ha encontrado el lugar antes de hacerlo. Los que dicen “sí, lo haremos” cuando todavía estás pensando “No lo sé… me encantaría y siempre lo he querido, pero ¿no será una locura?”. Son las manos, son el corazón.
Son esos ojos que dicen “no te preocupes, todo irá bien”. Están al otro lado del teléfono cualquier día y a cualquier hora. Se preocupan por que comas, que respires. Te traen paz. Hacen que todo funcione para que disfrutes de cada segundo, de cada beso, de cada canción…con todos.
Viven su día especial como si fuera el más importante de sus vidas. Y su trabajo es quedarse atrás para que nadie los note, para que todas las miradas se fijen en el vestido de blanco.
